Editoriales independientes

Crédito de la imagen: Luke Stackpoole

El alza de la editoriales independientes en plena pandemia

Pese al encierro –o quizás por ello-, el valor por el libro sigue en alto. Con la autogestión como bandera, nuevas y pequeñas empresas dan a conocer figuras emergentes a través de redes sociales, se basan en la cercanía con sus autores y publican pequeñas tiradas. Todas medidas que persiguen un fin: ampliar el amor por la literatura.


Digan lo que digan, el cariño por el libro nunca ha muerto. Eso han demostrado las editoriales independientes que han nacido desde el estallido y logrado abarcar una gran cantidad de autores y contenidos, desde narrativa y reportajes, hasta poesía emergente y algunas obras de culto. Es, por cierto, un fenómeno extraño. Porque en un periodo de encierro, donde pocas librerías están abiertas por el zigzagueante plan “paso a paso”, existe un auge de este rubro, que responde básicamente a una necesidad que es más personal que de mercado. 

Al menos así lo siente Nicolás Ponce de “No Patria editorial”, quien comenzó en el rubro tras darse cuenta que los conciertos de punk y los libros que tanto le gustaba leer no se mezclaban en el mismo ecosistema. “Crear tu editorial, editar a tus autores, vender tus libros, distribuirlos. Es un proceso al que se suma el interés de personas que no encuentran lo que buscan en las estanterías tradicionales. La distribución está casi monopolizada”.

Por el lado económico, las editoriales pequeñas logran separarse del canon desde uno de los puntos más importantes: las regalías que le dan a sus autores y la cercanía que alcanzan. Para Andrés Urzúa, que comenzó junto al equipo de “Provinciano Editores” en pleno inicio de la pandemia, con su proyecto desde Limache, la idea combinaba varios factores. Descentralizar la literatura, demostrar que el talento está en regiones y trabajar con cercanía con sus creadores. “Durante el proceso de edición de nuestros libros muchas veces establecemos una relación personal y amistosa con los autores”, indica.

Desde su experiencia como editor, Ponce valora aspectos como colaborar con personas que admira y conocer otras realidades. “Un autor difícilmente conocerá al dueño de una editorial gigante. Lo nuestro es distinto. Tenemos autores aymaras y podemos atravesar el altiplano boliviano para encontrarnos con ellos, tomar mate de coca y conversar un día entero. Otros autores son músicos que escuchamos desde pendejos y que ahora el presente nos permite caminar juntos”.

Simón Ergas es otro caso de este gremio. Se inició como periodista con la revista literaria, “La Pollera” (2007-2012), pero al darse cuenta de que su vida tendía a los libros, convirtió el magazine en una editorial. En su visión, la mayor diferencia radica en el tamaño del equipo. “Por mucho que crezcamos nunca vamos a ser un equipo grande. Los procesos creativos tienen la oportunidad de pasar por conversaciones generales. La escala permite que todos estemos encima de los proyectos y al final cada libro se vuelve un fueguito que todos podemos alimentar”.

Métodos de difusión y ventas

Los métodos para vender libros van desde el más tradicional como las librerías, las ferias, internet y hasta las cunetas de las calles. Las redes sociales han sido uno de los lugares que se afianzaron durante la pandemia, funcionando como un gran difusor y captador de seguidores. “Hoy, sin duda que la difusión se realiza en redes sociales. Y en un año normal, probablemente en ferias del libro como la Furia o la Primavera”, señala Urzúa. Las ferias nacionales que captan a este tipo de editoriales, también han proliferado en el último tiempo –aunque en un formato más reducido por las cuarentenas- y dan a conocer más masivamente a nuevos autores. “Las ferias son la instancia más clásica. La Furia del Libro, sobre todo, es el lugar donde el más chico puede estar al lado de un grandote y aprovechar su arrastre”, comenta Ergas.

Todos los caminos para darse a conocer parten de la autogestión y la independencia. Así, por ejemplo, En “No Patria” no se rigen por los clásicos métodos de distribución. «Lo nuestro no son las librerías. No estamos en su área de interés, ni ellas en el nuestro. La calle y los conciertos eran las instancias en las que esparcíamos libros e ideas. Hoy eso está prohibido. Repercute, pero estamos sobreviviendo”, finaliza Ponce.


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