Salvador Allende

Los 50 años del histórico triunfo de Salvador Allende

En la cuarta elección en que participaba, el candidato de la Unidad Popular triunfó con un 36, 2% de los votos. No fue fácil. Los jóvenes radicales de izquierda lo veían como un socialdemócrata y los dirigentes políticos como un candidato repetido. Aunque la derecha, en un primer momento, no reconoció el triunfo, la DC felicitó al ganador en una fiesta popular que se extendió hasta la madrugada del 5 de septiembre de 1970.

por Juana Durán


Fue una conversación profética. Pocas semanas antes de las elecciones del 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende fue entrevistado por la periodista de revista Ercilla, Erika Vexler. El candidato debía responder las mismas 94 preguntas de sus adversarios, el derechista Jorge Alessandri y el DC, Radomiro Tomic. Cuando le consultaron como le gustaría ser recordado, respondió brevemente: “como un chileno consecuente”.

La cuarta elección consecutiva de Allende por la Presidencia de Chile tuvo dificultades. Mientras los jóvenes más radicales de izquierda lo consideraban un “socialdemócrata”, los máximos dirigentes de los partidos políticos de la Unidad Popular creían que una persona más joven y emergente debía representarlos. El 20 de enero de 1970, en la sede del Partido Radical, sin embargo, Allende fue ratificado en la papeleta con un acto en la Alameda protagonizado por músicos de la Nueva Canción Chilena; actores y poetas. Se firmó un libro de adhesiones al programa de la UP –inaugurado con la rúbrica de Pablo Neruda- y finalizó con un discurso del candidato centrado en el orgullo que sentía por “encabezar esta tarea que debe realizar la juventud de Chile”.

Fue una campaña breve en comparación a las anteriores. Allende recorrió Chile desde febrero a agosto. Había entusiasmo en colaboradores como las brigadas muralistas Ramona Parra y Elmo Catalán y en los músicos de la Nueva Canción Chilena como Quilapayún, Patricio Manns, Rolando Alarcón, los hermanos Isabel y Angel Parra y Víctor Jara, entre otros. El candidato parecía con mayor vigor que en sus campañas pasadas. Según sus colaboradores, en sus giras el líder de la UP tenía la misma receta de Napoleón: podía dormir veinte minutos y despertar con energía. 

Tres meses antes de la votación, Allende tuvo un severo contratiempo de salud. Quizás el más grave de su vida. Camino al Congreso Nacional –era senador por Magallanes-, sintió dolores en su pecho y fue atendido por el joven cardiólogo, Óscar Soto –hijo de Óscar Soto Troncoso, uno de los fundadores del PS-. El problema fue tratado con discreción en su equipo cercano y algunos como Luis Corvalán, pensaron en un plan B: buscar un nuevo candidato. La prueba de fuego fue una entrevista en el programa “Decisión 70” de TVN. Resultó un éxito. El aspirante a la presidencia lució recuperado y lúcido.

Tres meses antes de la votación, Allende tuvo un severo contratiempo de salud. Quizás el más grave de su vida. Camino al Congreso Nacional –era senador por Magallanes-, sintió dolores en su pecho y fue atendido por el joven cardiólogo, Oscar Soto…

Mientras las encuestas repartían las posibilidades de triunfo entre los tres candidatos, la derecha atemorizó a la población con el mismo recurso de toda su historia: el miedo. En los diarios, pagaron avisos donde aparecían tanques soviéticos a la entrada de La Moneda con la siguiente leyenda: “En Checoslovaquia nunca pensaron que esto pasaría. Pero los tanques soviéticos llegaron en la primera oportunidad que se les presentó. Un gobierno títere del comunismo abrirá las puertas a Chile a esos tanques, que aplastarán definitivamente lo más sagrado que tenemos: la libertad”. Asimismo, el 21 de julio un grupo de veinte jóvenes comunistas ingresó en la agencia de publicidad Andalién –centro de operaciones de la derecha- y tomó documentación que probaba el financiamiento de la campaña de Alessandri por parte de El Mercurio, el First National City Bank y la compañía minera Anaconda vía Sergio Onofre Jarpa.

Cinco días antes de la elección, Allende fue entrevistado en el diario El Siglo y pidió al Ministerio del Interior que los resultados fueran transparentes y llamó a los electores a estar alertas tras el 4 de septiembre. “La historia lo enseña. Conspiraron y derrocaron al Presidente mártir Balmaceda y los herederos de esos mismos intereses pretendieron derrocar a Pedro Aguirre Cerda”. El 1 de septiembre, la UP cerró su campaña con más de un millón de personas en la Alameda –desde plaza Dignidad hasta Brasil-, entre danzas folclóricas, shows de entretención y diversos espectáculos de artistas como Margot Loyola, Inti Illimani, el circo del Tony Caluga y Quilapayún, en diversos escenarios.

El viernes 4 de septiembre, el candidato de la UP despertó a las 6.30 am. No podía votar porque estaba inscrito en Punta Arenas. Recorrió junto a su esposa y sus tres hijas el liceo 7 de Providencia y se sintió seguro del triunfo. Mientras las radios derechistas informaban de un empate técnico entre Allende y Alessandri, a las 10.30 de la noche el Ministerio del Interior entregaba datos: por la UP, 871.000 votos, por la DC, 661.000 y por la derecha, 842.000. Pronto, Tomic reconoció el triunfo de Allende así como también jerarcas de la DC como Bernardo Leighton. Al final, el resultado fue 1.070.334 para Allende (36,2%), 1.031.159 para Alessandri (34,9%) y 821. 801 para Tomic (27,8%). 

Los medios de izquierda llamaron a sus simpatizantes a congregarse en la Alameda, frente al cerro Santa Lucía, en la federación de estudiantes de la U. de Chile. En las calles se bailaba cueca y se escuchaban las canciones de Víctor Jara y Violeta Parra. Pese a la victoria, el discurso de Allende en el balcón de la Fech fue cauto. Estaba feliz, pero contenido. Anticipando como viejo zorro de la política lo que se venía. El Senado, al no haber mayoría absoluta, debía ratificar el triunfo. Y aunque el comando de Alessandri quería otra votación, el apoyo de la DC fue decisivo en esa noche triunfal. “Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile”, dijo Allende. Sabía que la oligarquía no estaba dispuesta a ser derrotada. Menos de una semana después de esa frase, Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio, viajaba a Estados Unidos a reunirse con el presidente Richard Nixon y su asesor, Henry Kissinger. Era el inicio del complot contra su propio país.